Desafiar fronteras: la mujer sirofenicia (MT 15, 21-28)
Las fronteras y los desafíos son una realidad que Jesús de Nazaret transita no para legitimarlas, sino para "saltarlas" y en ellas se encuentra con mujeres que se convierten en maestras al hacerlo. Una de ellas es la mujer sirofenicia. Vamos a adentrarnos en el encuentro de Jesús con ella.
El modo que tiene la mujer de acercarse a Jesús le descoloca por la transgresión que supone. La mujer actúa de un modo que desde el esquema religiosocultural-androcéntrico judío es inadmisible y que le lleva a Jesús a creer y afirmar: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt15,24). Podríamos decir que en un primer momento Jesús no entiende la reivindicación de esta mujer: "No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos" (Mt 15,26), por eso la contesta tan duramente. La responde con un introyecto aprendido, un cliché, un tópico interiorizado dentro de su marco etnocéntrico.
Sin embargo, más allá de esta primera reacción espontánea, la realidad concreta, de esta mujer: su dignidad, su sufrimiento, la terquedad y la autenticidad que ella muestra en su conciencia de que la Buena Noticia precisamente si es de Dios no puede ser monopolizada por ninguna cultura ni religión ni sexo, sino que pertenece a todos, le amplía su visión de la realidad. Lo que este encuentro nos revela de Jesús de Nazaret y también de nosotras es que ninguna identidad es una de por sí cerrada, sino que somos "identidades en proceso", "identidades en cambio" a partir del encuentro con los y las diferentes y especialmente con los más excluidos y excluidas.
El texto nos muestra a un Jesús que cambia, aprende, modifica su marco de comprensión de la realidad y de la salvación. Su identidad no es una identidad cerrada, sino en continuo modelaje por la realidad y los encuentros con la gente a través de quienes el Abba le revela nuevos matices de su misericordia. La fuerza argumentativa de la realidad de esta mujer con toda su dignidad y también su sufrimiento y su modo de encararlo y buscar alternativas, somete a crisis los marcos de comprensión de Jesús, le cambia sus esquemas. En el Evangelio de Mateo el encuentro de Jesús con esta mujer marca un antes y un después. Representa la fisura con el exclusivismo de Israel. De ahí que los textos que sucedan a éste resalten sobre todo el orden nuevo instaurado por Jesús como un orden que rompe con toda frontera y elitismo también religioso.
Pese al descoloque inicial Jesús se relaciona con esta mujer como una interlocutora a pie de igualdad. Buscando no el monólogo autorreferencial, sino el diálogo y en ese diálogo, la escucha y el dejarse interpelar por la realidad del otro/a resulta fundamental. El talante de Jesús no es la afirmación dogmática sino el dejarse afectar, interpelar en el encuentro relacional. Lo que moviliza la fraternidad en Jesús es el sufrimiento de la gente y su anhelo de liberación, la dignidad rota del hermano o la hermana, la ley interna de la caridad (Rm 13,8.10).
El mandamiento del amor es para Jesús la única ley. Toda su existencia es obediencia a un Dios que por ser amor y encarnarse se concreta en desobediencias al desamor, la violencia y la injusticia, su sí está cargado de noes. Nuestro seguimiento a Jesús es un sí al amor y por eso exige muchos noes en nuestro nombre y desobediencia civil ante las leyes injustas.
La mujer sirofenicia nos urge hoy también a nosotras hoy a saltar algunas fronteras:
• La frontera entre lo "religioso" y lo "dogmatico". Las fronteras entre la Iglesia y el reino, porque "fuera del mundo no hay salvación".
• La frontera entre "lo políticamente correcto" y la libertad del reino que nos urge a anunciar y denunciar, a "amar políticamente". Las nuevas sirofenicias nos recuerdan hoy que nuestro posicionamiento nunca es neutro y nos urgen también a recuperar la dimensión política del amor.
• La frontera de dejarnos interpelar el dolor de las mujeres y los excluidxs, para anhelar juntas la liberación, la igualdad y restaurar la dignidad.
La lógica burguesa ha hecho del amor un sentimentalismo que ha dulcificado su carga transgresora e incluso revolucionaria. Pero el amor vivido al modo de Jesús descentra, desinstala, problematiza, da prioridad a la necesidad del otro sobre la propia, subvierte el orden, transgrede, es creativo, sitúa como primeros a los últimos (Mt 21,28-32) se le hace intolerable la injusticia (I Cor.13).
En este sentido decimos que es político, porque se traduce en pasión y compromiso por el bien y la dignidad de todas, empezando por los últimos y las últimas (E G. 74). Como seguidoras y seguidores de Jesús necesitamos recuperar esta dimensión para dar el salto de lo individual al coraje colectivo.
Pepa Torres
Referencias.
Torres, P.(2017) Mujeres y teología de ciudad real. Articulo PDF.