FELICES LAS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA PORQUE SERÁN SACIADAS”
08.03.2024
María Isabel Huerta Armenta.
Este año 2024 la Cátedra de teología feminista eligió el tema de la justicia para su campaña temática, iluminado con la cita bíblica del Evangelio de Mateo 5, 6. “Felices las que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciadas” desde la hermenéutica feminista de la imaginación creativa, nos atrevemos a poner esta cita bíblica en femenino, haciendo mención a todas las mujeres que a lo largo de la historia han dado su vida buscando la justicia y con la esperanza activa de qué un día será una realidad para todas y desde esta mirada feminista vamos a reflexionar en el texto bíblico, de Mateo 5,6.
En un primer momento nos situamos en el lugar en el que proclamó este mensaje: Jesús, viendo a la multitud que le seguía, sube al suave monte que rodea el lago de Galilea, se sienta y, dirigiéndose a sus discípulos, anuncia las bienaventuranzas. El mensaje, se dirige a los discípulos, pero en el horizonte están las multitudes, es decir, toda la humanidad, es un mensaje para toda la humanidad, incluyendo las mujeres que de seguro estaban ahí presentes.
En “el monte” (como haciendo alusión) lugar en el que Moisés recibió la ley, Jesús empieza a enseñar y revelar el verdadero camino a la felicidad, un camino que él ha recorrido y que sabe, que va más allá de normas y moralidad un camino de humanidad. Si ponemos atención podemos darnos cuenta que la felicidad no es la situación actual sino la nueva condición que será resultado de la acción realizada y de la gracia divina, “porque serán saciadas” a esto se refiere el felices o Bienaventuradas, a una condición de gracia, que progresa en la gracia Divina y en el verdadero camino de Dios: LA JUSTICIA, las que progresan en estas cosas son felices y serán bienaventuradas.
Las bienaventuranzas no niegan o evaden la realidad, por el contrario te hacen ver la situación como una realidad humana a veces muy dura, que nos lleva a recorrer caminos impensables, que rebasan nuestros límites, incluso hasta poner en riesgo nuestra vida. Continuando con el texto bíblico, si bien el hambre y la sed, son necesidades primarias, no se trata de un deseo genérico, sino de una necesidad vital y cotidiana, la alimentación.
Tener hambre y sed de justicia es reconocer la debilidad humana, que se refleja en la sociedad como una necesidad urgente de igualdad, verdad, de bien, de amor y de Justicia, una Justicia que no se reduce o se compara con la venganza sino una necesidad de una vida más digna, igualitaria, plena feliz para todas, un anhelo de luz, aunque se encuentre bajo escombros, escombros de violencias, muertes, desapariciones.
Jesús nos habla de una profunda necesidad humana que legítima la Justicia que las personas llevamos en el corazón. En el mismo “Sermón de la Montaña”, un poco más adelante, Jesús habla de una justicia mayor que el derecho humano o la perfección personal, diciendo: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mateo 5, 20). Y esta es la justicia que viene de Dios (cf. 1 Corintios 1, 30).
Por eso reconocer que el Evangelio de Jesús es para toda la humanidad, es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de esta realidad tan dolida, una realidad que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta, cada persona está llamada a redescubrir lo que realmente importa, lo que realmente necesita, lo que hace la vida justa y libre para las mujeres.
La búsqueda de la justicia para las mujeres ha sido un camino impensable para el patriarcado y el Kyriarcado, que ha costado lágrimas, derrotas, superar los límites, correr riesgos, atravesar la muerte cada día para que cada mujer pueda tener una vida digna, feliz, plena, para experimentar la alegría pascual, la gracia de Dios que sale al encuentro, que camina con nosotras y que nos recuerda que no seremos defraudadas; una sed que, si se atiende será saciada y siempre será satisfecha, porque corresponde al mismo corazón de Dios, porque la justicia nace del corazón de Dios.