La experiencia materna como contradicción
Rosa Isabel Jaimes Garrido
Tanto a las mujeres que decidimos ser madres como a las que obligaron a serlo nos cuentan un relato fantasioso sobre la maternidad para “invitarnos” a serlo. Considero que si nos contaran lo que una va a experimentar la humanidad ya se hubiera extinguido. Es decir, por una parte, la sociedad nos dice que es la mejor experiencia en el mundo porque es a través de esta que las mujeres se realizan (aún sigo sin entender qué es o en qué consiste esa realización) y, por otra, ante el menor cuestionamiento que se nos ocurra hacer sobre la maternidad como institución la respuesta es que nosotras nos lo buscamos, que es nuestra misión en la vida por ser mujeres y entonces emerge la maternidad como castigo mediante el cual quedamos encadenadas a nuestros cuerpos, a las casas y a la culpa.
Y es que si nos contaran o nos contáramos con mayor libertad la experiencia contradictoria de la maternidad la viviríamos de otra manera. Por ello, quiero compartir mi experiencia con la intensión de que resuene en quienes ya son madres y, también, en quienes tienen pensado serlo algún día, spoiler: no lo sean, o no al menos en una sociedad que un día se acuerda de nosotras y nos “celebra” y los otros 364 días nos invisibiliza.
En los diez años que llevo acompañando a dos infancias y, a la distancia, puedo reflexionar sobre distintos momentos por los que ha pasado mi experiencia materna de los que me hablaron poco o nada, incluso las mujeres de mi propia familia, pero que he buscado tematizar dentro y fuera de los círculos familiares, claro que no siempre han sido bien recibidos, porque ¡cómo es que nos atrevemos a cuestionar la experiencia que proviene de una bendición divina!
Lo que es cierto es que me hubiera encantado escuchar que son normales y naturales y no solo hormonales las emociones contradictorias que se experimentan desde el inicio de la maternidad, es decir, desde que se está embarazada. Recuerdo con claridad que, con todo y que ya estábamos buscando, mi pareja y yo, el embarazo, el día que me hice una prueba y salió positiva la primera frase que me atravesó la mente fue: ¿en qué me metí? Tuve la sensación de haber entrado a una dimensión desconocida (y claro que lo era), pero que no pude externar hasta tiempo después por temor a sentirme juzgada pues yo había querido embarazarme, porque además pareciera que en cuanto se confirma el embarazo ya debemos saber lo que vamos a sentir o a experimentar, es decir, no hay lugar para la queja “tú te lo buscaste” lo hayas deseado o no.
Otro momento que viví muy intenso fue la primera vez que llegué con mi primer hijo a la casa, recuerdo que lo llevaba en brazos y subí a la habitación, cuando lo puse sobre la cama el golpe de realidad llegó a mí y me dije: ¿qué hice? ¿cómo se mantiene viva a una criatura? Entonces, entré en pánico, fue cuando hice consciente que esa personita dependía completamente de mí para existir y para que esto suceda los primeros meses tú cuerpo no te pertenece. “Pero eso ya lo sabías”, no señoras y señores, no se sabe hasta que se experimenta.
También pasa que la maternidad se vive en solitario, si bien los primeros días amistades y familia entran y salen de la casa, después, cuando ya pasó la emoción de la llegada de la o el bebé, las personas y los barullos desaparecen y corresponde hacerlo todo sola, y no es que no pueda una hacerlo, pero considero que no debería, porque también es un momento de vulnerabilidad mental para las madres, pero de la salud mental tampoco se habla, solo se juzga que una no esté haciendo bien su trabajo, así que en la medida de las posibilidades no dejemos a las madres solas, llamémosles, vayamos a verlas, estemos con ellas.
Para ir cerrando mi experiencia con la maternidad, quiero compartir que mi ser madre ha ido equilibrándose cuando deje de vivirla escindida de mi ser mujer, porque esto es otro mito que la sociedad nos mete en la cabeza, si eres madre ya no eres mujer. Más bien, yo sostengo que dentro de las muchas facetas de las mujeres una es la de ser madre y en la medida que la sociedad deje de exigirnos que dejemos de ser nosotras porque ya somos madres nuestra experiencia con la maternidad será más armoniosa porque retomar nuestra vida profesional o previa a la maternidad no debería vivirse con culpa, porque sí, además de la pañalera, las mujeres cargamos con la maleta de la culpa y, eso tampoco, se nos antecede.
Antes de concluir me gustaría recalcar que la experiencia de la maternidad está dentro de los derechos sexuales y reproductivos que incluyen el derecho a querer ser o no ser madre. Esto es importante recordarlo, porque aún hoy, en 2024, continuamos encontrando mujeres siendo obligadas a ser madres ya sea por presión social o por negarles el acceso a un aborto. No querer ser madre, también habla de una ética para con las infancias, un ejercicio de honestidad con una misma, pero sobre todo de la libre elección.
Lo anterior quita fuerza a la frase “la maternidad no es para cualquiera”, porque, si bien, hay que reconocer que ser madre no es una práctica sencilla, hay que analizar que no tiene que ver solo con los “super poderes” de las mujeres para llevarla a cabo, sino con ser madres en el llamado patriarcado-capitalista. Porque la maternidad como contradicción, emerge al ser una “relación potencial de cualquier mujer con los poderes de la reproducción y con las [crías humanas], y la institución cuyo [de la maternidad] objetivo es asegurar que ese potencial permanezca bajo el control masculino” (Rich ,2019, 57) a través de las creencias culturales sobre la obligación de la mujer de ser madre.
Finalmente, en este día quiero recordar a todas las mujeres que son madres biológicas, madres de corazón, a las madres buscadoras, a las madres sobrevivientes de feminicidio, a las madres sobrevivientes de suicidio, a las madres que están perdiendo a sus hijos en los conflictos armados, a las madres en prisión, a las madres maltratadas, porque también la maternidad clava dagas en el corazón y se vuelve experiencia dolorosa en estas circunstancias. Las abrazo fuerte.